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A principio de los años setenta, aproximadamente por el tiempo en el que Lindbergh hizo su viaje a la Ciudad de México, muchos cambios estaban ocurriendo entre los científicos mexicanos y los grupos conservacionistas. Estas transformaciones científicas también ayudaron en la protección de las islas. En 1974 el Instituto de Ecología, A.C. (organización sin fines de lucro) fué creado en la Ciudad de México, y poco después comenzó a promocionar el concepto de las Reservas de la Biósfera en el país. Aunque la idea de las Reservas de la Biósfera, que había sido desarrollada por un grupo de ecologistas de la UNESCO en un programa llamado El Hombre y el Programa de la Biósfera (MAB, Man and the Biosphere Program), está muy bien aceptada en el presente, era una idea radicalmente nueva en 1975. Las Reservas de la Biósfera fueron concebidas como áreas naturales protegidas donde las poblaciones indígenas que habitaban dentro de estas áreas o en los alrededores "zonas de amortiguamiento" fueron estimulados a utilizar los recursos naturales de una manera sustentable. Esta nueva propuesta surgió en oposición radical al concepto de "parques naturales", el cual básicamente aboga por áreas puras libres de influencia humana. Mejor dicho, las reservas de la biósfera promueven el uso sustentable como una herramienta efectiva para la conservación. Muchos de los conceptos discutidos en la Cumbre de la Tierra (UNCED) en 1992 eran ya operados en el concepto de Reservas de la Biósfera casi 20 años antes, incluyendo:
Tres de las Reservas de la Biósfera Mexicanas fueron de las primeras en el mundo en formar parte de la red MAB de Reservas de la Biósfera. Una de estas Reservas se encuentra en el desierto de Chihuahua, en la parte árida del norte del país. Este simple hecho creó conciencia sobre los tomadores de decisión en el Gobierno Federal de que las áreas protegidas podían ser creadas en lo que previamente se había concebido como terreno árido y baldío (previamente, los Parques Nacionales en México han sido ubicados en áreas montañosas con bosques templados). Adicionalmente, el éxito internacional de las Reservas de la Biósfera Mexicanas atrajo la atención de las autoridades ambientales, las cuales se dieron cuenta de que grandes áreas naturales podían ser protegidas bajo el nuevo esquema sin excluir el uso de los recursos, sino al contrario que perseguía una utilización adecuada. Aún cuando las islas del golfo de California inicialmente no fueron concebidas como Reservas de la Biósfera sino por el contrario como refugios de vida salvaje, fue al final de estos cambios cuando el decreto fue emitido para su protección en 1978 (DOF 1978).
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Texto adaptado del capítulo sobre conservación del libro Biogeografía de las Islas del Mar de Cortés, un volumen de próxima publicación editado por Ted Case, Martin Cody y Exequiel Ezcurra. Este capítulo fue autorizado por Luis Bourillon, Antonio Cantú, Exequiel Ezcurra, María Elena Martínez y Alejandro Robles.
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